jueves, mayo 31, 2007

UN HOMBRE APOYADO EN LA PARED


por Daniel Higiénico

Capitulo II

Bueno, después de todo, no se está tan mal aquí. La señora, por fin, ha dejado de regar (ver capítulo 1, aunque no es imprescindible). Debe haber ido a comer. Yo debería hacer lo mismo, pero tengo que seguir apoyado en la pared. Si dejo de apoyarme en la pared, ya no seré un hombre apoyado en la pared y, entonces, no tendría sentido seguir escribiendo este relato..... Es curioso, si ahora empezara a andar por la calle tendría que empezar otra historia: "Hola, soy un hombre andando por la calle..." Todo cambiaría. Es lo que mola del destino, que nadie tiene ni puta idea de lo que va a pasar en el próximo milisegundo. A lo mejor es el milisegundo que falta para que te caiga una maceta en la cabeza.


Esto de estar apoyado en la pared da tranquilidad, cierto toque de paz, como cuando metes una ficha de parchís en "casa". Te da cierta seguridad, una perspectiva muy diferente de lo que ocurre a tu alrededor y si, encima, no tienes nada que hacer, mucho mejor. No tener nada que hacer es impresionante. Tenéis que probarlo. Es acojonante, no hay nada parecido. Te hace sentir un primate (por no decir un mono), te devuelve a la prehistoria. Una vez leí que según el antropólogo Paul Listenberger; algunas tribus antiguas no hacían nada. Sobretodo una que descubrió en el sudeste de Africa, que se llamaba... ¿cómo se llamaba?.....¡Ah, sí! La tribu de los Alawartolas. Vivían la hostia de años sin hacer absolutamente nada. Bueno, de vez en cuando hacían ofrendas a su dios Wartolo. Cuenta la leyenda que éste estuvo eructando tres días hasta que creó el cielo, después cagó seis días seguidos y creó la tierra, escupió bilis dieciséis días y dieciséis noches y creó el mar. Con la cera de las orejas creó al hombre y con las pelotillas de la nariz a la mujer (¿o fue al revés?) Y les otorgó la dicha de no tener que hacer absolutamente nada. -¡Coño, este dios es de puta madre! - me dije cuando lo leí.....


... Pues aquí estoy, sin hacer nada, apoyado en la pared, empapado y cubierto de tierra (ver capítulo 1. aunque no sea imprescindible). Tengo hambre. Enfrente hay un bar de tapas (esto de escribirse uno mismo los relatos es cojonudo, puedes inventarte un bar de tapas donde y cuando quieras). Le he pedido al camarero un bocata de chorizo haciéndole señas. Me ha entendido enseguida, y hasta me lo ha sacado a la calle (este tío es un profesional). -Gracias, ¿qué le debo?-. - Nada, invita la casa- (realmente, escribir tus propios relatos es un chollo).
Un indigente se ha plantado delante de mí mientras me como el bocadillo. Le pregunto si quiere comer algo y me dice que lo que quiere es apoyarse en la pared, que es suya..... Que hace tres meses que utiliza este sitio. A mí me parece que está de broma, pero empieza a cabrearse, se pone histérico... Me zarandea. ¡Me separa de la pared!........
Hola, soy un hombre zarandeado por un indigente en una callejuela de un barrio chino de alguna ciudad de cualquier sitio menos de China (ver capítulo 1, es imprescindible).

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